martes, julio 9

CASO: NEGOCIOS PECUARIOS

Tomás Abato, subgerente de ventas de una empresa distribuidora de productos electrodomésticos, cansado de trabajar 20 años como empleado con un sueldo anual de $ 75 000, escuchaba el informe que los ingenieros de la empresa Wessling Consultores le exponían como resultado del estudio de factibilidad que él les había solicitado para determinar la viabilidad de invertir $ 5 500 000 que había recibido de una herencia en un negocio de crianza y comercialización de aves, que, de prosperar, operaría bajo la marca de Negoc ios Pecuarios. 
El terreno, la infraestructura física y los equipos necesarios para funcionar requerirían una inversión inicial de $ 4 500 000. La inversión en capital de trabajo se estimaba en $ 650 000. La licencia de apertura, gastos notariales y legales harían necesario un desembolso inicial de $ 350 000. Los costos anuales de operación se estimaron en $ 500 000 para un nivel de operación normal. En ellos se incluía un porcentaje importante para el mantenimiento de los edificios y equipos. Con este mantenimiento no sería necesaria la reposición de equipos a futuro. 
En el mercado de capitales es fácil conseguir préstamos financieros a una tasa del 10% anual. Sin embargo, para proyectos agropecuarios, el gobierno ha dispuesto un subsidio que incentiva su desarrollo mediante prestamos por un monto máximo de $ 500 000 a una tasa preferencial del 6% anual, renovable a perpetuidad. La exposición de los consultores prosiguió destacando aspectos de mercado, precio y cálculos probabilísticos del riesgo del proyecto. Tomás Abato se limitó a escuchar. Cuando al fin terminó la reunión, se retiró con el estudio bajo el brazo, prometiendo a los consultores que les informaría su decisión. En el trayecto a su casa se sintió muy inquieto. No estaba muy seguro de si los $ 500 000 que había pagado por el estudio valían la información que contenia. 
Al día siguiente, sábado, leyó cuidadosamente el documento que había recibido, deteniéndose en el cuadro la rentabilidad sensibilizada en el nivel de ingreso anual. El rango de alternativas le preocupaba sobremanera. Indeciso sobre qué acción tomar, se dedicó la tarde de ese día a calcular cuál sería el ingreso mínimo necesario para decidirse a invertir en el proyecto los $5 000 000 que aún le quedaban. Recordó que si no invertía podría colocar el dinero en el negocio de su suegro, a un 10% anual, el cual garantizaba los fondos invertidos y el interés ganado. A la hora de la cena, no estaba seguro de cuál de todos los cálculos realizados era el correcto. 
Más aún, se preguntaba qué pasaría si después de implementado el proyecto la proyección de mercado resultaba estar sobre valuada. ¿Qué decisión tomaría en ese momento? ¿Qué factores tendría que considerar en ese momento para decidir el abandono de su negocio y regresar al trabajo anterior? Esa noche pudo dormir poco, pensando que si no era capaz de calcular el ingreso mínimo necesario para decidir invertir, ¿cómo podría tomar la decisión de abandono oportunamente una vez que estuviera operando el proyecto? "Después de todo", pensó, "esta información debió habérmela proporcionado el estudio. Para eso pagué los $ 500 000 de honorarios". Y se durmió diciéndose que el lunes iría a primera hora a las oficinas de Wessling Consultores a solicitar se completara el estudio, de acuerdo con lo estipulado en el contrato original de trabajo, que así lo permitía si el cliente no quedaba conforme con la información no proporcionada.

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