Así, por ejemplo, el cálculo de las inversiones en obras físicas puede efectuarse con costos promedio de construcción del metro cuadrado o la determinación de la demanda de pasajes aéreos en función de las variables relevantes que podrían explicar el comportamiento futuro. Ambas, sin embargo, no representan la mejor manera de medición de las variables que se desea cuantificar. De todas maneras, se diseña un proceso de selección de alternativas.
La aproximación de las cifras hace recomendable la sensibilización de los resultados obtenidos, es decir, medir cómo cambia la rentabilidad ante modificaciones en el comportamiento de las variables relevantes.
Como resultado de este estudio surge la recomendación de su aprobación, su continuación en niveles más profundos de estudio, su abandono o su postergación hasta que se cumplan determinadas condiciones mínimas que deberán explicarse.
El estudio más acabado, denominado de factibilidad, se elabora sobre la base de antecedentes precisos obtenidos mayoritariamente a través de fuentes de información primarias. Las variables cualitativas son mínimas, comparadas con las de los estudios anteriores. El cálculo de las variables financieras y económicas debe ser lo suficientemente demostrativo para justificar la valoración de los distintos ítems.
Este estudio constituye el paso final de la etapa de preinversión . Por tal motivo, entre las responsabilidades del evaluador, más allá del simple estudio de viabilidad, está la de velar por la optimación de todos aquellos aspectos que dependen de una decisión de tipo económico como, por ejemplo, el número de unidades por producir, la tecnología por utilizar o la localización del proyecto, entre otros.
El estudio de proyectos , cualquiera que sea la profundidad con la que se realice, distingue dos grandes etapas: la preparación y la evaluación. La primera tiene dos objetivos: definir todas las características que tengan algún grado de efecto en el flujo de ingresos y egresos monetarios del proyecto, y calcular su magnitud. La segunda etapa, con metodologías muy definidas, busca determinar la rentabilidad de la inversión en el proyecto.
En muchos casos será necesario efectuar evaluaciones previas durante la etapa de formulación y preparación del proyecto, por ejemplo, para decidir si se compran o fabrican envases, si se construye o arriendan oficinas o si se hace una o más plantas, entre muchas otras decisiones. Para ello, es fundamental la definición de la estrategia y modelo de negocio con los que se va a operar. Lo más común es realizar estudios de perfil para seleccionar la combinación de factores que dé la configuración definitiva al proyecto, aun cuando en algunos casos se haga más recomendable un estudio en profundidad para uno o más de las interrogantes que deberán resolverse durante la formulación de un proyecto.
En la etapa de formulación y preparación se reconocen, a su vez, dos subetapas: una que se caracteriza por recopilar información (o crear la no existente) y otra que se encarga de sistematizar, en términos monetarios, la información disponible. Esta sistematización se traduce en la construcción de un flujo de caja proyectado, que servirá de base para la evaluación del proyecto.
Si bien comúnmente se habla del flujo de caja , es posible distinguir tres tipos distintos en función del objeto de la evaluación. De esta manera, habrá un flujo de caja para medir la rentabilidad de toda la inversión, independientemente de sus fuentes de financiamiento; otro para calcular la rentabilidad solo de los recursos aportados por el inversionista, y otro más para medir la capacidad de pago, es decir, si puede cumplirse con las obligaciones impuestas por las condiciones del endeudamiento, independientemente de la rentabilidad que pudiera tener el proyecto.
Por otra parte, en la etapa de evaluación es posible distinguir tres subetapas: la medición de la rentabilidad del proyecto , el análisis de las variables cualitativas y la sensibilización del proyecto.
Cuando se calcula la rentabilidad, se hace sobre la base de un flujo de caja que se proyecta, a su vez, sobre la base de una serie de supuestos y que se ha definido como un escenario de trabajo esperado, en función de la estrategia definida para el modelo de negocio específico planteado. El análisis cualitativo complementa la evaluación realizada con todos aquellos elementos no cuantificables que podrían incidir en la decisión de realizar o no el proyecto.
A la identificación de los aspectos más débiles del proyecto evaluado debe darse una dedicación especial en la medida que sean relevantes; así, la última subetapa podrá abocarse a sensibilizar solo aquellos aspectos que podrían determinar cambios importantes en la rentabilidad calculada al tener mayores posibilidades de un comportamiento distinto al previsto.