Los beneficios de los proyectos de regadío se derivan del aumento en la disponibilidad de agua, y de las mejoras en la regulación o eficiencia del sistema.
Dichos beneficios se reflejan en la posibilidad de incorporar nuevas tierras a la producción, y en el aumento en la seguridad de riego de áreas que antes se regaban. Para estas últimas, la ejecución del proyecto permite por un lado, aumentar los rendimientos de la producción anterior, al tener una mayor dotación y frecuencia de agua; y por otro, cambiar a cultivos más rentables, al disminuir el riesgo asociado a la oportunidad y cantidad del recurso disponible.
Para determinar los beneficios del proyecto se pueden usar dos métodos: método del valor incremental de la tierra (estimación de los aumentos en el valor de la tierra); y método del presupuesto (estimación del valor actual neto de los aumentos de la producción agrícola).
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