domingo, mayo 13

La estructura del mercado (I)


En la teoría económica se plantean tres interrogantes fundamentales que dan origen a un proceso de especialización de la producción y al consecuente mercado en donde ellos se transarán con objeto de llegar a quienes los demanda para su consumo. Estas interrogantes plantean los siguientes problemas:

1) ¿Qué producir? ¿Cómo escoger entre las diversas opciones de producción de bienes y servicios?

2) ¿Cómo producir? ¿Qué tecnología se utilizará para producir los bienes y servicios? ¿Se producirá con pocos trabajadores y mucha maquinaria o viceversa?

3) ¿Cuánto producir? ¿Qué cantidad de bienes y servicios deben producirse y quiénes los consumirán una vez producidos?

Estas preguntas obligan a una reflexión que permita establecer algún mecanismo que dé respuesta a los interrogantes planteados. Surge, sin embargo, la posibilidad de que los interrogantes señalados tengan más de una respuesta y que exista más de un solo mecanismo que sea capaz de contestarlas.

El desarrollo de la civilización da muestra de distintos mecanismos de respuesta a los interrogantes básicos. Mucho antes del nacimiento de Marx ya existían formas de respuesta donde una autoridad dictatorial señalaba arbitrariamente lo que la economía debía producir y obviamente para quién producir. Hoy, mucho después de Marx, siguen existiendo algunos dictadores que pretenden decidir y pensar económicamente por la comunidad.

Hoy en día se conocen principalmente dos grandes modelos de concepción de la economía que dan respuesta a las preguntas fundamentales que se han planteado. Por una parte, se conoce la economía liberal, la que a través del mecanismo de mercado y la interacción de la oferta y de demanda, sin interferencia de ningún ente previamente organizado, permitiría dar respuesta a los interrogantes básicos. De esta forma, el zapatero producirá los zapatos que necesita y demanda la gente; el panadero, el parí; el pastelero, ios pasteles; el carpintero, los muebles, y así sucesivamente.
Por otra parte, puede ser el Estado a través de la planificación central de la economía el que establezca los bienes y servicios que se deben producir, cómo y cuánto producir, y también puede definir para quién se producirán. Inclusive más, el Estado puede dirigir absolutamente el consumo de las personas obligando a la
sociedad a consumir aquello que el gobierno decidirá producir mediante su planificación. Las tarjetas de racionamiento en Cuba son un claro ejemplo de lo anterior.

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