En consecuencia, ¿de quién son las preferencias que se representan en la función de bienestar social? Básicamente, de los involucrados en el proyecto. Pero como estamos haciendo una evaluación social, los involucrados son toda la sociedad. El problema es que las preferencias de los involucrados directos – beneficiarios o perjudicados por el proyecto–no tienen por qué coincidir con la de los involucrados más alejados, digamos “el resto” de la sociedad.
La solución sería la existencia de preferencias “sociales”, es decir, preferencias diferentes a las individuales. La pregunta que surge–y que no es sencilla de responder–es ¿tiene sentido hablar de preferencias sociales? ¿Qué características tienen?
Hay aquí dos posiciones no necesariamente antagónicas en la práctica, pero difíciles de compatibilizar a nivel teórico.55 La primera posición es la que entiende las preferencias sociales como una escala de preferencias supraindividuales. La sociedad se entiende así como un colectivo con sus propios valores, que no son la suma de los valores individuales, sino los acordados por consenso.56 Una vez establecidos los valores sociales, se toman como criterio de selección de los proyectos. En consecuencia, la función de bienestar social surgiría de la definición de una escala de valores “sociales”, supraindividuales.57
Un punto de vista diverso observa a las preferencias sociales como una agregación de preferencias individuales. Así, la función de bienestar social surgiría como la suma de utilidades individuales; y reflejaría lo que la “mayoría” prefiere. Aquí surgen dos cuestiones adicionales: ¿el individualismo es una versión “culta” del egoísmo más desenfrenado? ¿Cómo definir qué es la mayoría?
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