El interrogante acerca de cuál debe ser el papel del Estado en la planificación del desarrollo y en la definición de las políticas económicas, constituye una controversia que comenzó hace más de doscientos años, que continúa en el día de hoy y que probablemente continuará indefinidamente en la historia económica de la
humanidad.
Cuando Adam Smith escribió en 1776 su libro titulado La riqueza de las nadones, abogó por una defensa cerrada de la libre empresa, señalando que ésta debía liberarse de la tiranía del control gubernamental. La mejor política, señalaba Adam Smith, es el laissez faire. Hay una "mano invisible", escribía, que guía al empresario privado a promover los intereses de la sociedad. La correcta planificación económica es aquélla que surge de los intereses de las empresas privadas, las que a través de sus propias decisiones adoptadas en relación a sus propios intereses (que en definitiva son los mismos que los de la sociedad) promueven el
desarrollo nacional.
Las concepciones fundamentales del esquema de libre mercado establecidas por Smith hace más de 200 años aún se mantienen vigentes en la moderna concepción de la economía, sustentada por los defensores de la libertad económica.
Ciento sesenta años después de Adam Smith, durante la depresión de los años 30, John Maynard Keynes, en su libro General Theory of Employment, Interest and Money, se manifiesta contrario a la concepción tradicional del laissez faire en la economía. Keynes sostenía en 1936 que al gobierno le corresponde un papel
importante en la economía, fundamentalmente a través de la generación de empleos. Obviamente, la crisis de los años 30 motivó exacerbadamente la conciencia de los estudiosos de la economía, por todas las frustraciones y sufrimientos que vivió el mundo como consecuencia de la gran crisis. Lo anterior trjyo aparejados pensamientos económicos que, como el de Keynes, abogaron por una participación más activa del Estado en las decisiones económicas.
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