Nos conviene aquí resaltar algunos temas que se desprenden de este análisis:
a. Supongamos que el proyecto produce bienes exportables, pero los destina todos al mercado interno: ¿la valoración de esos bienes continúa siendo la misma que si los exportara? La respuesta es afirmativa, pues la producción incremental que el proyecto agrega a la sociedad permite liberar parte de la actual oferta del bien exportable, incrementando las importaciones aunque no sea el propio proyecto quien las haga. De esta manera, el valor social de la producción de un bien exportable no depende del destino final del bien.
b. El ejemplo resalta también el hecho de que, para un bien exportable (o importable, para el caso), el precio internacional funciona como un costo de oportunidad: todo lo que se vende en el mercado interno deja de ser exportado, y por lo tanto representa la pérdida del precio que se habría logrado en el mercado externo. En ausencia de imperfecciones del mercado, el precio interno debería ser igual al precio internacional, para los consumidores.
c. El caso sin distorsiones ni en el mercado del bien, ni en el de divisas – el más sencillo –, nos muestra con claridad que lo que estamos valorando es la generación de divisas. ¿Significa esto que la generación adicional de divisas es un beneficio, al estilo de las ideas en boga en los años ’70? La respuesta es un sí calificado: en efecto, generar divisas es un beneficio, pues amplía la posibilidad de importar y derivar utilidad de ese consumo.
Sin embargo, el análisis que realizamos en esta sección es parcial, pues no toma en cuenta los costos de esa generación de divisas. En efecto, producir ese bien puede ser extremadamente costoso, de modo que el efecto neto del proyecto sea una disminución del bienestar de la población. En consecuencia, la generación de divisas es positiva si “[…] el valor de los bienes que puedan ahora importarse con esas divisas es mayor que lo que le costó al país generarlas”.
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