Si bien toda decisión de inversión debe responder a un estudio previo de las ventajas y desventajas
asociadas a su implementación, la profundidad con la que este se realice dependerá de lo
que aconseje cada proyecto en particular.
En términos generales, son varios los estudios particulares que deben realizarse para evaluar
un proyecto: de viabilidad comercial, técnica, legal, organizacional, de impacto ambiental y
financiera —si se trata de un inversionista privado— o económica —si se trata de evaluar el
impacto en la estructura económica del país— (ver figura 3.1). Cualquiera de ellos que llegue
a una conclusión negativa determinará que el proyecto no se lleve a cabo, aunque razones estratégicas,
sociales, ambientales, humanitarias u otras de índole subjetiva podrían hacer recomendable
una opción que no fuera viable financiera o económicamente.
El estudio de una inversión se centra regularmente en la viabilidad económica o financiera, y toma al resto de las variables únicamente como referencia. Sin embargo, cada uno de los factores señalados puede, de una u otra manera, determinar que un proyecto no se concrete en la realidad.
El estudio de la viabilidad comercial indicará si el mercado es o no sensible al bien que producirá o al servicio que ofrecerá el proyecto y a la aceptabilidad que tendría en su consumo o uso, permitiendo así determinar la postergación o el rechazo de un proyecto sin tener que asumir los costos que implica un estudio económico completo. En muchos casos, la viabilidad comercial se incorpora al estudio de mercado en la viabilidad financiera .
El estudio de la viabilidad técnica analiza las posibilidades materiales, físicas o químicas de
producir el bien o servicio que desea generarse con el proyecto. Muchos proyectos nuevos
requieren ser aprobados técnicamente para garantizar la capacidad de su producción, incluso
antes de determinar si son o no convenientes desde el punto de vista de su rentabilidad económica ;
por ejemplo, si las propiedades de la materia prima nacional permiten la elaboración de un
determinado producto, si el agua tiene la calidad requerida para la operación de una fábrica de
cervezas o si existen las condiciones geográficas para la instalación de un puerto.
Un proyecto puede ser viable tanto por tener un mercado asegurado como por ser técnicamente
factible. Sin embargo, podrían existir algunas restricciones de carácter legal que impedirían
su funcionamiento en los términos en los que pudiera haberse previsto, ocasionando que
su ejecución no sea recomendable; por ejemplo, limitaciones en cuanto a su localización o en el
uso del producto.
El estudio de la viabilidad organizacional es el que normalmente recibe menos atención, a
pesar de que muchos proyectos fracasan por falta de capacidad administrativa para emprenderlos.
El objetivo de este estudio se fundamenta, principalmente, en definir si existen las condiciones
mínimas necesarias para garantizar la viabilidad de la implementación, tanto en lo estructural
como en lo funcional. La importancia de este aspecto hace que se revise la presentación de
un estudio de viabilidad financiera con un doble objetivo: estimar la rentabilidad del proyecto y
verificar si existen incongruencias que permitan apreciar la falta de capacidad de gestión.
El estudio de la viabilidad financiera de un proyecto determina, en último término, su aprobación
o rechazo. Este mide la rentabilidad que retorna la inversión, todo medido con bases
monetarias.
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